La llegada de los dominicos a América marcó un hito importante en la historia del continente. Desde su arribo a La Española en 1510, estos frailes se dedicaron a la evangelización y educación de los pueblos indígenas, dejando una huella profunda en la cultura y sociedad americanas.
Su labor fue más allá de la simple enseñanza de la doctrina cristiana, ya que los dominicos se convirtieron en defensores de los derechos de los indígenas, enfrentándose incluso a las autoridades coloniales. Su compromiso con la justicia social y la protección de los más vulnerables los distinguió en el contexto de la colonización.
Además de su papel evangelizador, los dominicos desempeñaron un rol fundamental en la educación en el Nuevo Mundo. Fundaron conventos que se convirtieron en centros de estudio y formación, y su dedicación a la enseñanza culminó con la creación de la primera universidad en América, en el Convento de Santo Domingo.
La expansión de la Orden de los Predicadores por el continente americano continuó con la llegada de nuevos grupos de frailes, como el que arribó a la Nueva España en 1528. Estos religiosos se encargaron de acompañar a los conquistadores españoles, brindando apoyo espiritual y protección a los indígenas.
La labor de los dominicos en América fue fundamental para la formación de una identidad mestiza, que fusionó elementos de las culturas indígena y europea. A través de la evangelización y la educación, contribuyeron a la construcción de una sociedad que, a pesar de sus contradicciones, sentó las bases para el desarrollo de las naciones americanas.